Escrito: De julio a noviembre de 1914.
Publicado por vez primera: En 1915, en el Diccionario Enciclopedico Granat, 7a edición, tomo XXVIII.
Digitalizado por: Unión de Juventudes Socialista de Puerto Rico.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2000.
Publicado por vez primera: En 1915, en el Diccionario Enciclopedico Granat, 7a edición, tomo XXVIII.
Digitalizado por: Unión de Juventudes Socialista de Puerto Rico.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2000.
Carlos Marx nació el 5 de mayo (según el nuevo calendario) de 1818 en
Tréveris (ciudad de la Prusia renana). Su padre era un abogado judío,
convertido en 1824 al protestantismo. La familia de Marx era una familia acomodada,
culta, pero no revolucionaria. Después de terminar en Tréveris sus estudios de
bachillerato, Marx se inscribió en la universidad, primero en la de Bonn y
luego en la de Berlín, estudiando jurisprudencia y, sobre todo, historia y
filosofía. En 1841 terminó sus estudios universitarios, presentando una tesis
sobre la filosofía de Epicuro. Por sus concepciones, Marx era entonces todavía
un idealista hegeliano. En Berlín se adhirió al círculo de los "hegelianos
de izquierda" (Bruno Bauer y otros), que se esforzaban por extraer de la
filosofía de Hegel conclusiones ateas y revolucionarias.
Terminados sus estudios universitarios, Marx se trasladó a Bonn con la
intención de hacerse profesor. Pero la política reaccionaria del gobierno, que
en 1832 había despojado de su cátedra a Ludwig Feuerbach, que en 1836 le había
negado nuevamente la entrada en la universidad y que en 1841 privó al joven
profesor Bruno Bauer del derecho a enseñar en Bonn, obligó a Marx a renunciar a
la carrera docente. En aquella época, las ideas de los hegelianos de izquierda
progresaban rápidamente en Alemania. Ludwig Feuerbach, sobre todo
desde 1836, comenzó a someter a crítica la teología y a orientarse hacia
el materialismo, que en 1841 (La esencia del cristianismo ) se impone ya
definitivamente en su pensamiento; en 1843 ven la luz sus Principios de la
filosofía del porvenir. "Hay que haber vivido la influencia
liberadora" de estos libros, escribía Engels años más tarde refiriéndose a
esas obras de Feuerbach. "Nosotros [es decir, los hegelianos de izquierda,
entre ellos Marx] nos hicimos en el acto feuerbachianos."[2] Por aquel tiempo, los burgueses radicales renanos, que tenían ciertos puntos
de contacto con los hegelianos de izquierda, fundaron en Colonia un periódico
de oposición, la Gaceta del Rin (cuyo primer número salió el 1 de enero
de 1842). Marx y Bruno Bauer fueron invitados como principales colaboradores;
en octubre de 1842 Marx fue nombrado redactor jefe del periódico y se trasladó
de Bonn a Colonia. La tendencia democrática revolucionaria del periódico fue
acentuándose bajo la jefatura de redacción de Marx, y el gobierno lo sometió
primero a una doble censura y luego a una triple, hasta que decidió más tarde
suprimirlo totalmente a partir del 1 de enero de 1843. Marx se vio obligado a
abandonar su puesto de redactor jefe en esa fecha, sin que su salida lograse
tampoco salvar al periódico, que fue clausurado en marzo de 1843. Entre los
artículos más importantes publicados por Marx en la Gaceta del Rin,
Engels menciona, además de los que citamos más adelante (véase la
Bibliografía ) el que se refiere a la situación de los campesinos
viticultores del valle del Mosela. Como su labor periodística le había
demostrado que conocía insuficientemente la economía política, Marx se dedicó
afanosamente al estudio de esta ciencia.
En 1843, Marx se casó en Kreuznach con Jenny von Westphalen, amiga suya
de la infancia, con la que se había comprometido cuando todavía era estudiante.
Su esposa pertenecía a una reaccionaria familia aristocrática de Prusia.
Su hermano mayor fue ministro del Interior en Prusia durante una de las épocas
más reaccionarias, desde 1850 hasta 1858. En el otoño de 1843 Marx se trasladó
a París con objeto de editar en el extranjero una revista de tendencia radical
en colaboración con Arnold Ruge (1802-1880; hegeliano de izquierda, encarcelado
de 1825 a 1830, emigrado desde 1848, y partidario de Bismarck entre 1866 y
1870). De esta revista, titulada Anales franco-alemanes, sólo llegó a
ver la luz el primer fascículo. Las dificultades con que tropezaba la difusión
clandestina de la revista en Alemania y las discrepancias surgidas entre Marx y
Ruge hicieron que se suspendiera su publicación. En los artículos de Marx en
los Anales vemos ya al revolucionario que proclama la necesidad de una
"crítica implacable de todo lo existente", y, en particular, de una
"crítica de las armas"[3] que apele a las masas y al proletariado.
En septiembre de 1844 llegó a París, por unos días, Federico Engels,
quien se convirtió, desde ese momento, en el amigo más íntimo de Marx. Ambos
tomaron conjuntamente parte activísima en la vida, febril por entonces, de los
grupos revolucionarios de París (especial importancia revestía la doctrina de
Proudhon, a la que Marx ajustó cuentas resueltamente en su obra Miseria de
la filosofía, publicada en 1847) y, en lucha enérgica contra las diversas
doctrinas del socialismo pequeñoburgués, forjaron la teoría y la táctica del socialismo
proletario revolucionario, o comunismo (marxismo). Véanse, más adelante, en
la Bibliografía, las obras de Marx de esta época, años de 1844 a 1848.
En 1845, a instancias del gobierno prusiano, Marx fue expulsado de París como
revolucionario peligroso, instalándose entonces en Bruselas. En la primavera de
1847, Marx y Engels se afiliaron a una sociedad secreta de propaganda, la Liga
de los Comunistas, tuvieron una participación destacada en el II Congreso de
esta organización (celebra do en Londres en noviembre de 1847) y por encargo
del Congre so redactaron el famoso Manifiesto del Partido Comunista que
apareció en febrero de 1848. En esta obra se traza, con claridad y brillantez
geniales, una nueva concepción del mundo: el materialismo consecuente, aplicado
también al campo de la vida social; la dialéctica como la doctrina más completa
y profunda del desarrollo; la teoría de la lucha de clases y de la histórica
misión revolucionaria universal del proletariado como creador de una nueva
sociedad, la sociedad comunista.
Al estallar la revolución de febrero de 1848, Marx fue expulsado de
Bélgica. Se trasladó nuevamente a París, y desde allí, después de la revolución
de marzo, marchó a Alemania, más precisamente, a Colonia. Desde el 1 de junio
de 1848 hasta el 19 de mayo de 1849, se publicó en esta ciudad la Nueva
Gaceta del Rin, de la que Marx era el redactor jefe. El curso de los
acontecimientos revolucionarios de 1848 a 1849 vino a confirmar de manera
brillante la nueva teoría, como habrían de confirmarla en lo sucesivo los
movimientos proletarios y democráticos de todos los países del mundo. La
contrarrevolución triunfante hizo que Marx compareciera, primero, ante los
tribunales (siendo absuelto el g de febrero de 1849) y después lo expulsó de
Alemania (el 16 de mayo de 1849). Marx se dirigió a París, de donde fue
expulsado también después de la manifestación del 13 de junio de 1849[4]; entonces marchó a Londres, donde pasó el resto de
su vida.
Las condiciones de vida en la emigración eran en extremo duras, como lo
revela con toda claridad la correspondencia entre Marx y Engels (editada en
1913). La miseria asfixiaba realmente a Marx y a su familia; de no haber sido
por la constante y abnegada ayuda económica de Engels, Marx no sólo no hubiera
podido acabar El Capital, sino que habría sucumbido inevitablemente bajo
el peso de la miseria. Además, las doctrinas y tendencias del socialismo
pequeñoburgués, no proletario en general, que predominaban en aquella época,
obligaban a Marx a librar constantemente una lucha implacable, y a veces a
repeler (como hace en su obra Herr Vogt[5] los ataques personales más rabiosos y salvajes.
Manteniéndose al margen de los círculos de emigrados y concentrando sus
esfuerzos en el estudio de la economía política, Marx desarrolló su teoría
materialista en una serie de trabajos históricos (véase la Bibliografía ).
Con sus obras Contribución a la crítica de la economía política (1859) y
El Capital (t. I, 1867), Marx provocó una verdadera revolución en la
ciencia económica (véase más adelante la doctrina
de Marx).
El recrudecimiento de los movimientos democráticos, a fines de la década
del 50 y durante la del 60, llevó de nuevo a Marx a la actividad práctica. El
28 de septiembre de 1864 se fundó en Londres la famosa Primera Internacional,
la "Asociación Internacional de los Trabajadores". Marx fue el alma
de esta organización, el autor de su primer "Llamamiento" y de gran
número de sus resoluciones, declaraciones y manifiestos. Unificando el
movimiento obrero de los diferentes países, orientando por el cauce de una
actuación conjunta a las diver sas formas del socialismo no proletario,
premarxista (Mazzini, Proudhon, Bakunin, el tradeunionismo liberal inglés, las
vacilaciones derechistas lassalleanas en Alemania, etc.), a la par que combatía
las teorías de todas estas sectas y escuelas, Marx fue forjando la táctica
común de la lucha proletaria de la clase obrera en los distintos países.
Después de la caída de la Comuna de París en 1871, que Marx analizó (en La
guerra civil en Francia, 1871) de modo tan profundo, certero, brillante y eficaz,
como revolucionario -- y a raíz de la escisión de la In ternacional provocada
por los bakuninistas --, esta última ya no pudo seguir existiendo en
Europa. Después del Congreso de La Haya (1872), Marx consiguió que el Consejo
General de la Internacional se trasladase a Nueva York. La primera Internacional
había cumplido su misión histórica y dejaba paso a una época de desarrollo
incomparablemente más amplio del movimiento obrero en todos los países del
mundo, época en que este movimiento había de desplegarse en extensión,
con la creación de partidos obreros socialistas de masas dentro de cada
Estado nacional.
Su intensa labor en la Internacional y sus actividades teóricas, aún más
intensas, minaron definitivamente la salud de Marx. Prosiguió su obra de
relaboración de la economía política y se consagró a terminar El Capital,
recopilando con este fin multitud de nuevos documentos y poniéndose a estudiar
varios idiomas (entre ellos el ruso), pero la enfermedad le impidió concluir El
Capital.
El 2 de diciembre de 1881 murió su esposa, y el 14 de marzo de 1883 Marx
se quedó dormido apaciblemente para siempre en su sillón. Está enterrado, junto
a su mujer, en el cementerio londinense de Highgate. Varios hijos de Marx
murieron en la infancia en Londres, cuando la familia vivía en la miseria. Tres
de sus hijas se casaron con socialistas de Inglaterra y Francia: Eleonora
Eveling, Laura Lafargue y Jenny Longuet. Un hijo de esta última es miembro del
Partido Socialista Francés.
LA DOCTRINA DE MARX
El marxismo es el sistema de las concepciones y de la doctrina de
Marx. Este continúa y corona genialmente las tres principales corrientes
ideológicas del siglo XIX, que pertenecen a los tres países más avanzados
de la humanidad: la filosofía clásica alemana, la economía política clásica
inglesa y el socialismo francés, vinculado a las doctrinas revolucionarias
france sas en general. La admirable coherencia y la integridad de sus
concepciones -- cualidades reconocidas incluso por sus adver sarios --, que
constituyen en su conjunto el materialismo y el socialismo científicos
contemporáneos como teoría y programa del movimiento obrero de todos los países
civilizados del mundo, nos obligan a esbozar brevemente su concepción del mundo
en general antes de exponer el contenido esencial del marxismo, o sea, la
doctrina económica de Marx.
El Materialismo Filosósico
Desde 1844-1845, años en que se formaron sus concepciones, Marx fue
materialista y, especialmente, partidario de Ludwig Feuerbach, cuyos puntos
débiles vio, más tarde, en la insuficiente consecuencia y amplitud de su
materialismo. Para Marx, la significación histórica universal de Feuerbach, que
"hizo época", residía precisamente en el hecho de haber roto en forma
resuelta con el idealismo de Hegel y proclamado el materialismo, que ya
"en el siglo XVIII, sobre todo en Francia, representaba la lucha, no sólo
contra las instituciones políticas existentes y al mismo tiempo contra la
religión y la teología, sino también [. . .] contra la metafísica en
general" (entendiendo por ella toda "especulación ebria", a
diferencia de la "filosofía sobria") (La Sagrada Familia, en La
herencia literaria ). "Para Hegel -- escribía Marx --, el proceso del
pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con
vida propia, es el demiurgo de lo real [. . .]. Para mí lo ideal no es, por el
contrario, más que lo material traducido y traspuesto a la cabeza del
hombre." (C. Marx, El Capital, t. I, "Palabras finales a
la 2a ed.").
Mostrándose plenamente de acuerdo con esta filosofía materialista de Marx, F.
Engels escribía lo siguiente, al exponerla en su Anti-Dühring (véase ),
obra cuyo manuscrito conoció Marx: . . . "La unidad del mundo no existe en
su ser, sino en su materialidad, que ha sido demostrada [. . .] en el largo y
penoso desarrollo de la filosofía y de las ciencias naturales [. . .]. El
movimiento es la forma de existencia de la materia. Jamás, ni en parte alguna,
ha existido ni puede existir materia sin movimiento, ni movimiento sin materia
[. . .]. Pero si seguimos preguntando qué son y de dónde proceden el pensar y
la conciencia, nos encontramos con que son productos del cerebro humano y con
que el mismo hombre no es más que un producto de la naturaleza, que se ha
desarrollado en un determinado ambiente natural y junto con éste; por donde
llegamos a la conclusión lógica de que los productos del cerebro humano, que en
última instancia no son tampoco más que productos de la naturaleza, no se
contradicen, sino que corresponden al resto de la concatenación de la
naturaleza". "Hegel era idealista, es decir, que para él las ideas de
nuestra cabeza no son reflejos [Abbilder, esto es, imágenes, pero a
veces Engels habla de "reproducciones"] más o menos abstractos de los
objetos y fenómenos de la realidad, sino que los objetos y su desarrollo se le
antojaban, por el contrario, imágenes de una idea existentes no se sabe dónde,
ya antes de que existiese el mundo." En Ludwig Feuerbach[6], obra en la que Engels expone sus ideas y las de
Marx sobre la filosofía de Feuerbach, y cuyo original envió a la imprenta
después de revisar un antiguo manuscrito suyo y de Marx, que databa de los años
1844-1845, sobre Hegel, Feuerbach y la concepción materialista de la historia,
escribe Engels: "El gran problema cardinal de toda filosofía,
especialmente de la moderna, es el problema de la relación entre el pensar y el
ser, entre el espíritu y la naturaleza [. . .]. ¿Qué está primero: el
espíritu o la naturaleza? [. . .] Los filósofos se dividieron en dos grandes
campos, según la contestación que diesen a esta pregunta. Los que afirmaban que
el espíritu estaba antes que la naturaleza y que, por lo tanto, reconocían, en
última instancia, una creación del mundo bajo una u otra forma [. . .],
constituyeron el campo del idealismo. Los demás, los que reputaban la
naturaleza como principio fundamental, adhirieron a distintas escuelas del
materialismo". Todo otro empleo de los conceptos de idealismo y materialismo
(en sentido filosófico) sólo conduce a la confusión. Marx rechazaba
enérgicamente, no sólo el idealismo -- vinculado siempre, de un modo u otro, a
la religión --, sino también los puntos de vista de Hume y Kant, tan difundidos
en nuestros días, es decir, el agnosticismo, el criticismo y el positivismo en
sus diferentes formas; para Marx esta clase de filosofía era una concesión
"reaccionaria" al idealismo y, en el mejor de los casos, una
"manera vergonzante de aceptar el materialismo bajo cuerda y renegar de él
públicamente". Sobre esto puede consultarse, además de las obras ya
citadas de Engels y Marx, la carta de este último a Engels, fechada el 12 de
diciembre de 1868, en la que habla de unas manifestaciones del célebre
naturalista T. Huxley. En ella, a la vez que hace notar que Huxley se muestra
"más materialista" que de ordinario, y reconoce que "si
observamos y pensamos realmente, nunca podemos salirnos del materialismo",
Marx le reprocha que deje abierto un "portillo" al agnosticismo, a la
filosofía de Hume. En particular debemos destacar la concepción de Marx acerca
de las relaciones entre la libertad y la necesidad: "La necesidad sólo es
ciega en cuanto no se la comprende. La libertad no es otra cosa que el
conocimiento de la necesidad" (Engels, Anti-Dühring ) =
reconocimiento de la sujeción objetiva de la naturaleza a leyes y de
la trasformación dialéctica de la necesidad en libertad (a la par que de
la trasformación de la "cosa en sí" no conocida aún, pero
cognoscible, en "cosa para nosotros", de la "esencia de las
cosas" en "fenómenos"). El defecto fundamental del
"viejo" materialismo, incluido el de Feuerbach (y con mayor razón aún
el del materialismo "vulgar" de Buchner, Vogt y Moleschott)
consistía, según Marx y Engels, en lo siguiente: 1) en que este materialismo
era "predominantemente mecanicista" y no tenía en cuenta los últimos
progresos de la química y de la biología (a los que habría que agregar en
nuestros días los de la teoría eléctrica de la materia); 2) en que el viejo
materialismo no era histórico ni dialéctico (sino metafísico, en el sentido de
antidialéctico) y no mantenía consecuentemente ni en todos sus aspectos el
punto de vista del desarrollo; 3) en que concebían "la esencia del
hombre" en forma abstracta, y no como el "conjunto de las relaciones
sociales" (históricamente concretas y determinadas), por cuya razón se
limitaban a "explicar" el mundo cuando en realidad se trata de
"trasformar lo"; es decir, en que no comprendían la importancia de la
"actividad práctica revolucionaria".
La Dialéctica
La dialéctica
hegeliana, o sea, la doctrina más multilateral, más rica en contenido y más
profunda del desarrollo, era para Marx y Engels la mayor conquista de la
filosofía clásica alemana. Toda otra formulación del principio del desarrollo,
de la evolución, les parecía unilateral y pobre, deformadora y mutiladora de la
verdadera marcha del desarrollo en la naturaleza y en la sociedad (marcha que a
menudo se efectúa a través de saltos, cataclismos y revoluciones). "Marx y
yo fuimos casi los únicos que nos planteamos la tarea de salvar [del
descalabro del idealismo, incluido el hegelianismo] la dialéctica
conciente para traerla a la concepción materialista de la naturaleza."
"La naturaleza es la confirmación de la dialéctica, y precisamente son las
modernas ciencias naturales las que nos han brindado un extraordinario acervo
de datos [¡y esto fue escrito antes de que se descubriera el radio, los
electrones, la trasformación de los elementos, etc.!] y enriquecido cada día
que pasa, demostrando con ello que la naturaleza se mueve, en última instancia,
dialéctica, y no metafísicamente."
"La gran
idea fundamental -- escribe Engels -- de que el mundo no se compone de un
conjunto de objetos terminados y acabados, sino que representa en sí un conjunto
de procesos, en el que las cosas que parecen inmutables, al igual que sus
imágenes mentales en nuestro cerebro, es decir, los conceptos, se hallan
sujetos a un continuo cambio, a un proceso de nacimiento y muerte; esta gran
idea fundamental se encuentra ya tan arraigada desde Hegel en la conciencia
común, que apenas habrá alguien que la discuta en su forma general. Pero una
cosa es reconocerla de palabra y otra aplicarla en cada caso particular y en
cada campo de investigación." "Para la filosofía dialéctica no existe
nada establecido de una vez para siempre, nada absoluto, consagrado.; en todo
ve lo que hay de perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido
del aparecer y desaparecer, del infinito movimiento ascensional de lo inferior
a lo superior. Y esta misma filosofía es un mero reflejo de ese proceso en el
cerebro pensante." Así, pues, la dialéctica es, según Marx, "la
ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como
del pensamiento humano".
Este aspecto revolucionario
de la filosofía hegeliana es el que Marx recoge y desarrolla. El materialismo
dialéctico "no necesita de ninguna filosofía situada por encima de las
demás ciencias". De la filosofía anterior queda en pie "la
teoría del pensamiento y sus leyes, es decir, la lógica formal y la
dialéctica". Y la dialéctica, tal como la concibe Marx, y también según
Hegel, abarca lo que hoy se llama teoría del conocimiento o gnoseología,
ciencia que debe enfocar también su objeto desde un punto de vista histórico, investigando
y generalizando los orígenes y el desarrollo del conocimiento, y el paso de la falta
de conocimiento al conocimiento.
En nuestro
tiempo, la idea del desarrollo, de la evolución, ha penetrado casi en su
integridad en la conciencia social, pero no a través de la filosofía de Hegel,
sino por otros caminos. Sin embargo, esta idea, tal como la formularon Marx y
Engels, apoyándose en Hegel, es mucho más completa, mucho más rica en contenido
que la teoría de la evolución al uso. Es un desarrollo que, al parecer, repite
etapas ya recorridas, pero de otro modo, sobre una base más alta
("negación de la negación"), un desarrollo, por decirlo así, en
espiral y no en línea recta; un desarrollo que se opera en forma de saltos, a
través de cataclismos y revoluciones, que significan "interrupciones de la
gradualidad"; un desarrollo que es trasformación de la cantidad en
calidad, impulsos internos de desarrollo originados por la contradicción, por
el choque de las diversas fuerzas y tendencias, que actúan sobre determinado
cuerpo, o dentro de los límites de un fenómeno dado o en el seno de una
sociedad dada; interdependencia íntima e indisoluble concatenación de todos
los aspectos de cada fenómeno (con la particularidad de que la historia pone
constantemente al descubierto nuevos aspectos), concatenación que ofrece un
proceso de movimiento único, universal y sujeto a leyes; tales son algunos
rasgos de la dialéctica, teoría mucho más empapada de contenido que la
(habitual) doctrina de la evolución. (Véase la carta de Marx a Engels del 8 de
enero de 1868, en la que se mofa de las "rígidas tricotomías" de
Stein, que sería ridículo confundir con la dialéctica materialista.)
La Concepción Materialista
de la Historia
La conciencia de que el viejo materialismo era una teoría inconsecuente,
incompleta y unilateral llevó a Marx a la convicción de que era indispensable
"poner en consonancia la ciencia de la sociedad con la base materialista y
reconstruirla sobre esta base". Si el materialismo en general explica la
conciencia por el ser, y no al contrario, aplicado a la vida social de la
humanidad exige que la conciencia social se explique por el ser social.
"La tecnología -- dice Marx (en El Capital, t. I) -- pone al
descubierto la relación activa del hombre con la naturaleza, el proceso
inmediato de producción de su vida, y, a la vez, sus condiciones sociales de
vida y de las representaciones espirituales que de ellas se derivan." Y en
el "prólogo a su Contribución a la crítica de la economía política ",
Marx ofrece una formulación integral de las tesis fundamentales del
materialismo aplicadas a la sociedad humana y a su historia. He aquí sus
palabras:
"En la producción social de su vida, los hombres contraen
determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones
de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus
fuerzas productivas materiales.
"El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la que se erige una
superestructura política y jurídica, y a la que corresponden determinadas
formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material
condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No
es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el
contrario, su ser social el que determina su conciencia. Al llegar a una
determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la
sociedad chocan con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más
que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de
las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las
fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas de ellas. Y se
abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se
revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida
sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre
entre la revolución material producida en las condiciones económicas de
producción, y que puede verificarse con la precisión propia de las ciencias
naturales, y las revoluciones jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o
filosóficas; en una palabra, de las formas ideológicas en que los hombres
adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo.
"Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que
él piensa de si, no podemos juzgar tampoco estas épocas de revolución por su
conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por
las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las
fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. . ." "A
grandes rasgos, podemos señalar como otras tantas épocas de progreso en la
formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo,
el feudal y el moderno burgués." (Véase la breve formulación que Marx da
en su carta a Engels del 7 de julio de 1866: "Nuestra teoria de que la organización
del trabajo está determinada por los medios de producción".)
El descubrimiento de la concepción materialista de la historia, o mejor
dicho, la consecuente aplicación y extensión del materialismo al dominio de los
fenómenos sociales, superó los dos defectos fundamentales de las viejas teorías
de la historia. En primer lugar, estas teorías solamente examinaban, en el
mejor de los casos, los móviles ideológicos de la actividad histórica de los
hombres, sin investigar el origen de esos móviles, sin captar las leyes
objetivas que rigen el desarrollo del sistema de las relaciones sociales, ni
ver las raices de éstas en el grado de desarrollo de la producción material; en
segundo lugar, las viejas teorias no abarcaban precisamente las acciones de las
masas de la población, mientras que el materialismo histórico permitió
estudiar, por vez primera y con la exactitud de las ciencias naturales, las
condiciones sociales de la vida de las masas y los cambios operados en estas
condiciones. La "sociologia" y la historiografía anteriores a Marx
proporcio naban, en el mejor de los casos, un cúmulo de datos crudos,
recopilados fragmentariamente, y la descripción de aspectos aislados del
proceso histórico. El marxismo señaló el camino para un estudio global y
multilateral del proceso de aparición, desarrollo y decadencia de las
formaciones económico-sociales, examinando el conjunto de todas las
tendencias contradictorias y reduciéndolas a las condiciones, perfectamente
determinables, de vida y de producción de las distintas clases de la
sociedad, eliminando el subjetivismo y la arbitrariedad en la elección de las
diversas ideas "dominantes" o en la interpretación de ellas, y
poniendo al descubierto las raíces de todas las ideas sin excepción y de
las diversas tendencias que se manifiestan en el estado de las fuerzas
productivas materiales. Los hombres hacen su propia historia, ¿pero qué
determina los móviles de estos hombres, y precisamente de las masas humanas?;
¿qué es lo que provoca los choques de ideas y las aspiraciones
contradictorias?; ¿qué representa el conjunto de todos estos choques que se
producen en la masa entera de las sociedades humanas?; ¿cuáles son las
condiciones objetivas de producción de la vida material que crean la base de
toda la actividad histórica de los hombres?; ¿cuál es la ley que rige el
desenvolvimiento de estas condiciones? Marx concentró su atención en todo esto
y trazó el camino para estudiar científicamente la historia como un proceso
único, regido por leyes, en toda su inmensa diversidad y con su carácter
contradictorio.
La Lucha de Clases
Todo el mundo sabe que en cualquier sociedad las aspiraciones de una
parte de sus miembros chocan abiertamente con las aspiraciones de otros, que la
vida social está llena de contradicciones, que la historia nos muestra una
lucha entre pueblos y sociedades, así como en su propio seno; todo el mundo
sabe también que se suceden los períodos de revolución y reacción, de paz y de
guerras, de estancamiento y de rápido progreso o decadencia. El marxismo nos
proporciona el hilo conductor que permite descubrir una sujeción a leyes en
este aparente laberinto y caos, a saber: la teoría de la lucha de clases. Sólo
el estudio del conjunto de las aspiraciones de todos los miembros de una
sociedad dada o de un grupo de sociedades, puede conducirnos a una
determinación científica del resultado de esas aspiraciones. Ahora bien, la
fuente de que brotan esas aspiraciones contradictorias son siempre las
diferencias de situación y de condiciones de vida de las clases en que se
divide cada sociedad. "La historia de todas las sociedades que han
existido hasta nuestros días -- dice Marx en el Manifiesto Comunista
(exceptuando la historia del régimen de la comunidad primitiva, añade más tarde
Engels) -- es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y
esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales; en una
palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha
constante, velada unas veces, y otras franca y abierta; lucha que terminó
siempre con la trasformación revolucionaria de toda la sociedad o el
hundimiento de las clases beligerantes [. . .]. La moderna sociedad burguesa,
que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las
contradicciones de clase. Unicamente ha sustituido las viejas clases, las
viejas condiciones de opresion, las viejas formas de lucha, por otras nuevas.
Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber
simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose
cada vez más en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases que se
enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado." A partir de la
Gran Revolución Francesa, la historia de Europa pone de relieve en distintos países,
con especial evidencia, el verdadero fondo de los acontecimientos, la lucha de
clases. Y ya en la época de la restauración se destacan en Francia algunos
historiadores (Thierry, Guizot, Mignet y Thiers) que, al generalizar los
acontecimientos, no pudieron dejar de reconocer que la lucha de clases era la
clave para la comprensión de toda la historia francesa. Y la época
contemporánea, es decir, la época que señala el triunfo completo de la
burguesía y de las instituciones representativas, del sufragio amplio (cuando
no universal), de la prensa diaria barata que llega a las masas, etc., la época
de las poderosas asociaciones obreras y patronales cada vez más vastas, etc.,
pone de manifiesto de un modo todavía más patente (aunque a veces en forma
unilateral, "pacífica" y "constitucional") que la lucha de
clases es la fuerza motriz de los acontecimientos. El siguiente pasaje del
Manifiesto Comunista nos revela lo que Marx exigía de la ciencia social
en cuanto al análisis objetivo de la situación de cada clase en la sociedad
moderna y en relación con el examen de las condiciones de desarrollo de cada
clase: "De todas las clases que hoy se enfrentan con ía burguesía, sólo el
proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van
degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el
proletariado, en cambio, es su producto más peculiar. Las capas medias -- el
pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano y el campesino -- ,
todas ellas luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia
como tales capas medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras. Más
todavía, son reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la rueda de la
historia. Son revolucionarias únicamente cuando tienen ante sí la perspectiva
de su tránsito inminente al proletariado; defendiendo así, no sus intereses
presentes, sino sus intereses futuros, cuando abandonan sus propios puntos de
vista para adoptar los del proletariado". En una serie de obras históricas
(véase la Bibliografía ), Marx nos ofrece brillantes y profundos
ejemplos de historiografía materialista, de análisis de la situación de cada
clase en particular y a veces de los diferentes grupos o capas que se
manifiestan dentro de ella, mostrando palmariamente por qué y cómo "toda
lucha de clases es una lucha política". El pasaje que acabamos de citar
ilustra cuán intrincada es la red de relaciones sociales y fases de
transición de una clase a otra, del pasado al porvenir, que Marx analiza
para determinar la resultante total del desarrollo histórico.
La confirmación y aplicación más profunda, más completa y detallada de
la teoría de Marx es su doctrina económica.
LA DOCTRINA ECONÓMICA DE MARX
"Y la finalidad última de esta obra -- dice Marx en el prólogo a El
Capital -- es, en efecto, descubrir la ley económica que preside el
movimiento de la sociedad moderna", es decir, de la sociedad capitalista,
burguesa. El estudio de las relaciones de producción de una sociedad dada,
históricamente determinada, en su aparición, desarrollo y decadencia: tal es el
contenido de la doctrina económica de Marx. En la sociedad capitalista impera
la producción de mercancías ; por eso, el análisis de Marx empieza con
el análisis de la mercancía.
El Valor
La mercancía es, en primer lugar, una cosa que satisface una determinada
necesidad humana y, en segundo lugar, una cosa que se cambia por otra. La
utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso. El valor de cambio
(o, sencillamente el valor) es, ante todo, la relación o proporción en que se
cambia cierto número de valores de uso de una clase por un determinado número
de valores de uso de otra clase. La experiencia diaria nos muestra que, a
través de millones y miles de millones de esos actos de intercambio, se
equiparan constantemente todo género de valores de uso, aun los más diversos y
menos equiparables entre sí. ¿Qué es lo que tienen de común esos diversos
objetos, que constantemente son equiparados entre sí en determinado sistema de
relaciones sociales? Tienen de común el que todos ellos son productos del
trabajo. Al cambiar sus productos, los hombres equiparan los mas diversos
tipos de trabajo. La producción de mercancías es un sistema de relaciones
sociales en que los distintos productores crean diversos productos (división
social del trabajo), y todos estos productos se equiparan entre sí por medio
del cambio. Por lo tanto, lo que todas las mercancías encierran de común no es
el trabajo concreto de una determinada rama de producción, no es un trabajo de
determinado tipo, sino el trabajo humano abstracto, el trabajo humano en
general. Toda la fuerza de trabajo de una sociedad dada, representada por la
suma de valores de todas las mercancías, es una y la misma fuerza humana de
trabajo; así lo evidencian miles de millones de actos de cambio. Por
consiguiente, cada mercancía en particular no representa más que una
determinada parte del tiempo de trabajo socialmente necesario. La
magnitud del valor se determina por la cantidad de trabajo socialmente
necesario o por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir cierta
mercancía o cierto valor de uso. "Al equiparar unos con otros, en el
cambio, sus diversos productos, lo que hacen los hombres es equiparar entre sí
sus diversos trabajos como modalidades del trabajo humano. No lo saben, pero lo
hacen." El valor es, como dijo un viejo economista, una relación entre dos
personas; pero debió añadir simplemente: relación encubierta por una envoltura
material. Sólo partiendo del sistema de relaciones sociales de producción de
una formación social históricamente determinada, relaciones que se manifiestan
en el fenómeno masivo del cambio, repetido miles de millones de veces, podemos
comprender lo que es el valor. "Como valores, las mercancías no son más
que cantidades determinadas de tiempo de trabajo coagulado." Después de
analizar en detalle el doble carácter del trabajo materializado en las
mercancías, Marx pasa al análisis de la forma del valor y del dinero.
Con ello se propone, fundamentalmente, investigar el origen de la forma
monetaria del valor, estudiar el proceso histórico de desenvolvimiento
del cambio, comenzando por las operaciones sueltas y fortuitas de trueque
("forma simple, suelta o fortuita del valor", en que una cantidad de
mercancía es cambiada por otra) hasta remontarse a la forma universal del
valor, en que mercancías diferentes se cambian por una mercancía concreta,
siempre la misma, y llegar a la forma monetaria del valor, en que la función de
esta mercancía, o sea, la función de equivalente universal, la desempeña el oro.
El dinero, producto supremo del desarrollo del cambio y de la producción de
mercancías, disfraza y oculta el carácter social de los trabajos privados, la
concatenación social existente entre los diversos productores unidos por el
mercado. Marx somete a un análisis extraordinariamente minucioso las diversas
funciones del dinero, debiendo advertirse, pues tiene gran importancia, que en
este caso (como, en general, en todos los primeros capítulos de El Capital )
la forma abstracta de la exposición, que a veces parece puramente deductiva,
recoge en realidad un gigantesco material basado en hechos sobre la historia
del desarrollo del cambio y de la producción de mercancías. "El dinero
presupone cierto nivel del cambio de mercancías. Las diversas formas del dinero
-- simple equivalente de mercancías o medio de circulación, medio de pago, de
atesoramiento y dinero mundial -- señalan, según el distinto volumen y
predominio relativo de tal o cual función, fases muy distintas del proceso
social de producción" (El Capital, I).
La Plusvalía
Al alcanzar la
producción de mercancías determinado grado de desarrollo, el dinero se
convierte en capital. La fórmula de la circulación de mercancías era: M
(mercancía) -- D (dinero) -- M (mercancía), o sea, venta de una mercancía
para comprar otra. Por el contrario, la fórmula general del capital es D -- M
-- D, o sea, la compra para la venta (con ganancia). Marx llama plusvalía a
este incremento del valor primitivo del dinero que se lanza a la circulación.
Que el dinero lanzado a la circulación capitalista "crece", es un
hecho conocido de todo el mundo. Y precisamente ese "crecimiento" es
lo que convierte el dinero en capital, como relación social de
producción particular, históricamente determinada. La plusvalía no puede brotar
de la circulación de mercancías, pues ésta sólo conoce el intercambio de
equivalentes; tampoco puede provenir de un alza de los precios, pues las
pérdidas y las ganancias recíprocas de vendedores y compradores se
equilibrarían; se trata de un fenómeno masivo, medio, social, y no de un
fenómeno individual. Para obtener plusvalía "el poseedor del dinero
necesita encontrar en el mercado una mercancía cuyo valor de uso posea la
cualidad peculiar de ser fuente de valor", una mercancía cuyo proceso de
consumo sea, al mismo tiempo, proceso de creación de valor. Y esta mercancía
existe: es la fuerza de trabajo del hombre. Su consumo es trabajo y el trabajo
crea valor. El poseedor del dinero compra la fuerza de trabajo por su valor,
valor que es determinado, como el de cualquier otra mercancía, por el tiempo de
trabajo socialmente necesario para su producción (es decir, por el costo del
mantenimiento del obrero y su familia). Una vez que ha comprado la fuerza de
trabajo el poseedor del dinero tiene derecho a consumirla, es decir, a
obligarla a trabajar durante un día entero, por ejemplo, durante doce horas. En
realidad el obrero crea en seis horas (tiempo de trabajo "necesario")
un producto con el que cubre los gastos de su mantenimiento; durante las seis
horas restantes (tiempo de trabajo "suplementario") crea un
"plusproducto" no retribuido por el capitalista, que es la plusvalía.
Por consiguiente, desde el punto de vista del proceso de la producción, en el
capital hay que distinguir dos partes: capital constante, invertido en medios
de producción (máquinas, instrumentos de trabajo, materias primas, etc.) -- y
cuyo valor se trasfiere sin cambio de magnitud (de una vez o en partes) a las
mercancías producidas --, y capital variable, invertido en fuerza de trabajo. El
valor de este capital no permanece invariable, sino que se acrecienta en el
proceso del trabajo, al crear la plusvalía. Por lo tanto, para expresar el
grado de explotación de la fuerza de trabajo por el capital, tenemos que
comparar la plusvalía obtenida, no con el capital global, sino exclusivamente
con el capital variable. La cuota de plusvalía, como llama Marx a esta
relación, sería, pues, en nuestro ejemplo, de 6:6, es decir, del 100 por
ciento.
Las premisas
históricas para la aparición del capital son: primera, la acumulación de
determinada suma de dinero en manos de ciertas personas, con un nivel de
desarrollo relativamente alto de la producción de mercancías en general ¡
segunda, la existencia de obreros "libres" en un doble sentido -- libres
de todas las trabas o restricciones impuestas a la venta de la fuerza de
trabajo, y libres por carecer de tierra y, en general, de medios de producción
--, de obreros desposeídos, de obreros "proletarios" que, para
subsistir, no tienen más recursos que la venta de su fuerza de trabajo.
Dos son los
modos principales para poder incrementar la plusvalía: mediante la prolongación
de la jornada de trabajo ("plusvalía absoluta") y mediante la
reducción del tiempo de trabajo necesario ("plusvalía relativa"). Al
analizar el primer modo, Marx hace desfilar ante nosotros el grandioso panorama
de la lucha de la clase obrera para reducir la jornada de trabajo y de la
intervención del poder estatal, primero para prolongarla (en el período que
media entre los siglos XIV y XVII) y después para reducirla (legislación fabril
del siglo XIX). Desde la aparición de El Capital, la historia del
movimiento obrero de todos los países civilizados ha aportado miles y miles de
nuevos hechos que ilustran este panorama.
Al proceder a
su análisis de la producción de plusvalía relativa, Marx investiga las tres
etapas históricas fundamenta les de la elevación de la productividad del
trabajo por el capitalismo: 1) la cooperación simple; 2) la división del
trabajo y la manufactura; 3) la maquinaria y la gran industria. La profundidad
con que Marx aquí pone de relieve los rasgos fundamentales y típicos del
desarrollo del capitalismo nos demuestra, entre otras cosas, el hecho de que el
estudio de la llamada industria de los kustares* en Rusia ha aportado un
abundantísimo material para ilustrar las dos primeras etapas de las tres
mencionadas. En cuanto a la acción revolucionaria de la gran industria maquinizada,
descrita por Marx en 1867, durante el medio siglo trascurrido desde entonces ha
venido a revelarse en toda una serie de países "nuevos" (Rusia,
Japón, etc.).
Prosigamos.
Importantísimo y nuevo es el análisis de Marx de la acumulación del capital,
es decir, de la trasformación de una parte de la plusvalía en capital, y de su
empleo, no para satisfacer las necesidades personales o los caprichos del
capitalista, sino para renovar la producción. Marx hace ver el error de toda la
economía política clásica anterior (desde Adam Smith) al suponer que toda la
plusvalía que se convertía en capital pasaba a formar parte del capital
variable, cuando en realidad se descompone en medios de producción más
capital variable. En el proceso de desarrollo del capitalismo y de su
trasformación en socialismo tiene una inmensa importancia el que la parte del
capital constante (en la suma total del capital) se incremente con mayor
rapidez que la parte del capital variable.
Al acelerar el
desplazamiento de los obreros por la maquinaria, produciendo riqueza en un polo
y miseria en el polo opuesto, la acumulación del capital crea también el
llamado "ejército industrial de reserva", el "sobrante
relativo" de obreros o "superpoblación capitalista", que reviste
formas extraordinariamente diversas y permite al capital ampliar la producción
con singular rapidez. Esta posibilidad, relacionada con el crédito y la
acumulación de capital en medios de producción, nos proporciona, entre otras
cosas, la clave para comprender las crisis de superproducción, que
estallan periódicamente en los países capitalistas, primero cada diez años,
término medio, y luego con intervalos mayores y menos precisos. De la
acumulación del capital sobre la base del capitalismo hay que distinguir la
llamada acumulación primitiva, que se lleva a cabo mediante la separación
violenta del trabajador de los medios de producción, expulsión del campesino de
su tierra, robo de los terrenos comunales, sistema colonial, sistema de la
deuda pública, tarifas aduaneras proteccionistas, etc. La "acumulación
primitiva" crea en un polo al proletario "libre" y en el otro al
poseedor del dinero, el capitalista.
Marx
caracteriza la "tendencia histórica de la acumulación
capitalista" con las famosas palabras siguientes: "La expropiación
del productor directo se lleva a cabo con el más despiadado vandalismo y bajo
el acicate de las pasiones más infames, más sucias, más mezquinas y más
desenfrenadas. La propiedad privada, fruto del propio trabajo [del campesino y
del artesano], y basada, por decirlo así, en la compenetración del obrero
individual e independiente con sus instrumentos y medios de trabajo, es
desplazada por la propiedad privada capitalista, basada en la explotación de la
fuerza de trabajo ajena, aunque formalmente libre [. . .]. Ahora ya no se trata
de expropiar al trabajador dueño de una economía independiente, sino de
expropiar al capitalista explotador de numerosos obreros. Esta expropiación la
lleva a cabo el juego de las leyes inmanentes de la propia producción capitalista,
la centralización de los capitales. Un capitalista derrota a otros muchos.
Paralelamente con esta centralización del capital o expropiación de muchos
capitalistas por unos pocos, se desarrolla en una escala cada vez mayor la
forma cooperativa del proceso de trabajo, la aplicación técnica conciente de la
ciencia, la explotación planificada de la tierra, la trasformación de los
medios de trabajo en medios de trabajo utilizables sólo colectivamente, la
economía de todos los medios de producción al ser empleados como medios de
producción de un trabajo combinado, social, la absorción de todos los países
por la red del mercado mundial y, como consecuencia de esto, el carácter
internacional del régimen capitalista. Conforme disminuye progresivamente el
número de magnates capitalistas que usurpan y monopolizan todos los beneficios
de este proceso de trasformación, crece la masa de la miseria, de la opresión,
del esclavizamiento, de la degeneración, de la explotación; pero crece también
la rebeldía de la clase obrera, que es aleccionada, unificada y organizada por
el mecanismo del propio proceso capitalista de producción El monopolio del
capital se convierte en grillete del modo de producción que ha crecido con él y
bajo él. La centralización de los medios de producción y la socialización del
trabajo llegan a un punto en que son ya incompatibles con su envoltura
capitalista. Esta envoltura estalla. Suena la hora de la propiedad privada
capitalista. Los expropiadores son expropiados" (EI Capital, t.
I).
También es
sumamente importante y nuevo el análisis que hace Marx más adelante de la
reproducción del capital social, considerado en su conjunto, en el tomo II de El
Capital. Tampoco en este caso toma Marx un fenómeno individual, sino de
masas; no toma una parte fragmentaria de la economía de la sociedad, sino toda
la economía en su conjunto. Rectificando el error en que incurren los
economistas clásicos antes mencionados, Marx divide toda la producción social
en dos grandes secciones: 1) producción de medios de producción y 2) producción
de artículos de consumo. Y, apoyándose en cifras, analiza minuciosamente la
circulación del capital social en su conjunto, tanto en la reproducción de
envergadura anterior como en la acumulación. En el tomo III de El Capital
se resuelve, sobre la base de la ley del valor, el problema de la formación de
la cuota media de ganancia. Constituye un gran progreso en la ciencia
económica el que Marx parta siempre, en sus análisis, de los fenómenos
económicos generales, del conjunto de la economía social, y no de casos
aislados o de las manifestaciones superficiales de la competencia, que es a lo
que suele limitarse la economía política vulgar o la moderna "teoría de la
utilidad límite". Marx analiza primero el origen de la plusvalía y luego
pasa a ver su descomposición en ganancia, interés y renta del suelo. La
ganancia es la relación de la plusvalía con todo el capital invertido en una
empresa. El capital de "alta composición orgánica" (es decir, aquel
en el cual el capital constante predomina sobre el variable en proporciones
superiores a la media social) arroja una cuota de ganancia inferior a la cuota
media. El capital de "baja composición orgánica" da, por el
contrario, una cuota de ganancia superior a la media. La competencia entre los
capitales, su libre paso de unas ramas de producción a otras, reducen en
ambos casos la cuota de ganancia a la cuota media. La suma de los valores de
todas las mercancías de una sociedad dada coincide con la suma de precios de
estas mercancías; pero en las distintas empresas y en las diversas ramas de
producción las mercancías, bajo la presión de la competencia, no se venden por
su valor, sino por el precio de producción, que equivale al capital
invertido más la ganancia media.
Así, pues, un
hecho conocido de todos, e indiscutible, es decir, el hecho de que los precios
difieren de los valores y de que las ganancias se nivelan, lo explica Marx
perfectamente partiendo de la ley del valor, pues la suma de los valores de
todas las mercancías coincide con la suma de sus precios. Sin embargo, la
reducción del valor (social) a los precios (individuales) no es una operación
simple y directa, sino que sigue una vía indirecta y muy complicada: es
perfectamente natural que en una sociedad de productores de mercancías dispersos,
vinculados sólo por el mercado, las leyes que rigen esa sociedad no puedan
manifestarse más que como leyes medias, sociales, generales, con una
compensación mutua de las desviaciones individuales manifestadas en uno u otro
sentido.
La elevación de
la productividad del trabajo significa un incremento más rápido del capital
constante en comparación con el variable. Pero como la creación de plusvalía es
función privativa de éste, se comprende que la cuota de ganancia (o sea, la
relación que guarda la plusvalía con todo el capital, y no sólo con su parte
variable) acuse una tendencia a la baja. Marx analiza minuciosamente esta
tendencia, así como las diversas circunstancias que la ocultan o contrarrestan.
Sin detenernos a exponer los capítulos extraordinariamente interesantes del
tomo III, que estudian el capítulo usurario, comercial y financiero, pasaremos
a lo esencial, a la teoría de la renta del suelo. Debido a la
limitación de la superficie de la tierra, que en los países capitalistas es
ocupada enteramente por los propietarios particulares, el precio de producción
de los productos agrícolas no lo determinan los gastos de producción en los
terrenos de calidad media, sino en los de calidad inferior; no lo determinan
las condiciones medias en que el producto se lleva al mercado, sino las
condiciones peores. La diferencia existente entre este precio y el de
producción en las tierras mejores (o en condiciones más favorables de
producción) da lugar a una diferencia o renta diferencial. Marx analiza
detenidamente la renta diferencial y de muestra que brota de la diferente
fertilidad del suelo, de la diferencia de los capitales invertidos en el
cultivo de las tierras, poniendo totalmente al descubierto (véase también la Teoría
de la plusvalía, donde merece una atención especial la crítica que hace a
Rodbertus) el error de Ricardo, según el cual la renta diferencial sólo se
obtiene con el paso sucesivo de las tierras mejores a las peores. Por el
contrario, se dan también casos inversos: tierras de una clase determinada se
trasforman en tierras de otra clase (gracias a los progresos de la técnica
agrícola, a la expansión de las ciudades, etc.), por lo que la tristemente
célebre "ley del rendimiento decreciente del suelo" es profundamente
errónea y representa un intento de cargar sobre la naturaleza los defectos, las
limitaciones y contradicciones del capitalismo. Además, la igualdad de
ganancias en todas las ramas de la industria y de la economía nacional
presupone la plena libertad de competencia, la libertad de trasferir los
capitales de una rama de producción a otra. Pero la propiedad privada sobre el
suelo crea un monopolio, que es un obstáculo para la libre trasferencia. En
virtud de ese monopolio, los productos de la economía agrícola, que se
distingue por una baja composición del capital y, en consecuencia, por una
cuota de ganancia individual más alta, no entran en el proceso totalmente libre
de nivelación de las cuotas de ganancia. El propietario de la tierra, como
monopolista, puede mantener sus precios por encima del nivel medio, y este
precio de monopolio origina la renta absoluta. La renta diferencial no puede
ser abolida mientras exista el capitalismo; en cambio, la renta absoluta puede
serlo; por ejemplo, cuando se nacionaliza la tierra, convirtiéndola en
propiedad del Estado. Este paso significaría el socavamiento del monopolio de
los propietarios privados, así como una aplicación más consecuente y plena de
la libre competencia en la agricultura. Por eso los burgueses radicales,
advierte Marx, han presentado repetidas veces a lo largo de la historia esta
reivindicación burguesa progresista de la nacionalización de la tierra, que
asusta, sin embargo, a la mayoría de los burgueses, pues "afecta"
demasiado de cerca a otro monopolio mucho más importante y "sensible"
en nuestros días: el monopolio de los medios de producción en general. (El
propio Marx expone en un lenguaje muy popular, conciso y claro su teoría de la
ganancia media sobre el capital y de la renta absoluta del suelo, en la carta que
dirige a Engels el 2 de agosto de 1862. Véase Correspondencia, t. III,
págs. 77-81, y también en las págs. 86-87, la carta del 9 de agosto de 1862.)
Para la historia de la renta del suelo resulta importante señalar el análisis
en que Marx demuestra cómo la trasformación de la renta en trabajo (cuando el
campesino crea el plusproducto trabajando en la hacienda del terrateniente) en
renta natural o renta en especie (cuando el campesino crea el plusproducto en
su propia tierra, entregándolo luego al terrateniente bajo una "coerción
extraeconómica"), después en renta en dinero (que es la misma renta en
especie, sólo que convertida en dinero, el obrok, censo de la
antigua Rusia, en virtud del desarrollo de la producción de mercancías) y
finalmente, en la renta capitalista, cuando en lugar del campesino es el
patrono quien cultiva la tierra con ayuda del trabajo asalariado. En relación
con este análisis de la "génesis de la renta capitalista del suelo",
hay que señalar una serie de profundas ideas (que tienen una importancia
especial para los países atrasados, como Rusia) expuestas por Marx acerca de la
evolución del capitalismo en la agricultura."La trasformación de la
renta natural en renta en dinero va, además, no sólo necesariamente acompaña
da, sino incluso anticipada por la formación de una clase de jornaleros
desposeídos, que se contratan por dinero. Durante el período de nacimiento de
dicha clase, en que ésta sólo aparece en forma esporádica, va desarrollándose,
por lo tanto, necesariamente, en los campesinos mejor situados y sujetos a obrok,
la costumbre de explotar por su cuenta a jornaleros agrícolas, del mismo modo
que ya en la época feudal los campesinos más acomodados sujetos a vasallaje
tenían a su servicio a otros vasallos. Esto va permitiendoles acumular poco a
poco cierta fortuna y convertirse en futuros capitalistas. De este modo va
formándose entre los antiguos poseedores de la tierra que la trabajaban por su
cuenta, un semillero de arrendatarios capitalistas, cuyo desarrollo se halla
condicionado por el desarrollo general de la producción capitalista fuera del
campo. . ." (El Capital, t. III2a, 332). "La expropiación, el
desahucio de una parte de la población rural no sólo 'libera' para el capital
industrial a los obreros, sus medios de vida y sus materiales de trabajo, sino
que además crea el mercado interior." (El Capital, t. I2a, pág.
778). La depauperación y la ruina de la población del campo influyen, a su vez,
en la formación del ejército industrial de reserva para el capital. En todo
país capitalista "una parte de la población rural se encuentra
constantemente en trance de trasformarse en población urbana o manufacturera
[es decir, no agrícola]. Esta fuente de superpoblación relativa flota
constantemente [. . .]. El obrero agrícola se ve constantemente reducido al
salario mínimo y vive siempre con un pie en el pantano del pauperismo" (El
Capital, I2a, 668). La propiedad privada del campesino sobre la tierra que
cultiva es la base de la pequeña producción y la condición para que ésta
florezca y adquiera una forma clásica. Pero esa pequeña producción sólo es
compatible con los límites estrechos y primitivos de la producción y de la
sociedad. Bajo el capitalismo "la explotación de los campesinos se
distingue de la explotación del proletariado industrial sólo por la forma. El
explotador es el mismo: el capital. Individualmente, los capitalistas explotan
a los campesinos individuales por medio de la hipoteca y de la usura; la clase
capitalista explota a la clase campesina por medio de los impuestos del Estado"
(Las luchas de clases en Francia ). "La parcela del campesino sólo
es ya el pretexto que permite al capitalista extraer de la tierra ganancias,
intereses y renta, dejando al agricultor que se las arregle para sacar como
pueda su salario." (El Diecíocho Brumario.) Habitualmente, el
campesino entrega incluso a la sociedad capitalista, es decir, a la clase
capitalista, una parte de su salario, descendiendo "al nivel del
arrendatario irlandés, aunque en apariencia es un propietario privado" (Las
luchas de clases en Francia ). ¿Cuál es "una de las causas por las que
en países en que predomina la propiedad parcelaria, el trigo se cotice a precio
más bajo que en los países en que impera el régimen capitalista de
producción"? (El Capital, t. III2a, 340). La causa es que
el campesino entrega gratuitamente a la sociedad (es decir, a la clase
capitalista) una parte del plusproducto. "Estos bajos precios [del trigo y
los demás productos agrícolas] son, pues, un resultado de la pobreza de
los productores y no, ni mucho menos, consecuencia de la productividad de su
trabajo" (El Capital, t. III2a, 340). Bajo el capitalismo, la
pequeña propiedad agraria, forma normal de la pequeña producción, degenera, se
destruye y desaparece. "La pequeña propiedad agraria, por su propia naturaleza,
es incompatible con el desarrollo de las fuerzas productivas sociales del
trabajo, con las formas sociales del trabajo, con la concentración social de
los capitales, con la ganadería en gran escala y con la utilización progresiva
de la ciencia. La usura y el sistema de impuestos la conduce, inevitablemente,
por doquier, a la ruina. El capital invertido en la compra de la tierra es
sustraído al cultivo de ésta. Dispersión infinita de los medios de producción y
diseminación de los productores mismos. [Las cooperativas, es decir, las
asociaciones de pequeños campesinos, cumplen un extraordinario papel
progresista desde el punto de vista burgués, pero sólo pueden conseguir atenuar
esta tendencia, sin llegar a suprimirla; además, no se debe olvidar que estas
cooperativas dan mucho a los campesinos acomodados y muy poco o casi nada a la
masa de campesinos pobres, ni debe olvidarse tampoco que las propias
asociaciones terminan por explotar el trabajo asalariado.] Inmenso derroche de
energía humana; empeoramiento progresivo de las condiciones de producción y
encarecimiento de los medios de producción: tal es la ley de la [pequeña]
propiedad parcelaria." En la agricultura, lo mismo que en la industria, el
capitalismo sólo trasforma el proceso de producción a costa del
"martirologio de los productores". "La dispersión de los obreros
del campo en grandes superficies quebranta su fuerza de resistencia, al paso
que la concentración robustece la fuerza de resistencia de los obreros de la
ciudad. Al igual que en la industria moderna, en la moderna agricultura, es
decir en la capitalista, la intensificación de la fuerza productiva y la
más rápida movilización del trabajo se consiguen a costa de devastar y agotar
la fuerza obrera de trabajo. Además, todos los progresos realizados por la
agricultura capitalista no son solamente progresos en el arte de esquilmar al
obrero, sino también en el arte de esquilmar la tierra [. . .]. Por lo tanto,
la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del
proceso social de producción, minando al mismo tiempo las dos fuentes
originales de toda riqueza: la tierra y el hombre". (EI Capital, t.
I, final del capítulo XIII)
EL SOCIALISMO
Por lo
expuesto, se ve que Marx llega a la conclusión de que es inevitable la
trasformación de la sociedad capitalista en socialista basándose única y
exclusivamente en la ley económica del movimiento de la sociedad moderna. La
socialización del trabajo, que avanza cada vez con mayor rapidez bajo miles de
formas, y que durante el medio siglo trascurrido desde la muerte de Marx se
manifiesta en forma muy palpable en el incremento de la gran producción, de los
cártels, los sindicatos y los trusts capitalistas, y en el gigantesco
crecimiento del volumen y el poderío del capital financiero, es la base
material más importante del advenimiento inevitable del socialismo. El motor
intelectual y moral de esta trasformación, su agente físico, es el
proletariado, educado por el propio capitalismo. Su lucha contra la burguesía,
que se manifiesta en las formas más diversas, y cada vez más ricas en
contenido, se convierte inevitablemente en lucha política por la conquista de
su propio poder político (la "dictadura del proletariado"). La
socialización de la producción no puede dejar de conducir a la trasformación de
los medios de producción en propiedad social, es decir, a la
"expropiación de los expropiadores". La enorme elevación de la
productividad del trabajo, la reducción de la jornada de trabajo y la
sustitución de los vestigios, de las ruinas de la pequeña producción, primitiva
y desperdigada, por el trabajo colectivo perfeccionado: tales son las
consecuencias directas de esa trasformación. El capitalismo rompe de modo definitivo
los vínculos de la agricultura con la industria pero a la vez, al llegar a la
culminación de su desarrollo, prepara nuevos elementos para restablecer esos
vínculos, la unión de la industria con la agricultura, sobre la base de la
aplicación conciente de la ciencia, de la combinación del trabajo colectivo y
de un nuevo reparto de la población (acabando con el abandono del campo, con su
aislamiento del mundo y con el atraso de la población rural, como también con
la aglomeración antinatural de gigantescas masas humanas en las grandes
ciudades). Las formas superiores del capitalismo actual preparan nuevas
relaciones familiares, nuevas condiciones para la mujer y para la educación de
las nuevas generaciones: el trabajo de las mujeres y de los niños, y la
disolución de la familia patriarcal por el capitalismo, asumen inevitablemente
en la sociedad moderna las formas más espantosas, miserables y repulsivas. No
obstante, "la gran industria, al asignar a la mujer al joven y al niño de
ambos sexos un papel decisivo en los procesos socialmente organizados de la
producción, arrancándolos con ello a la órbita doméstica, crea las nuevas bases
económicas para una forma superior de familia y de relaciones entre ambos
sexos. Tan necio es, naturalmente, considerar absoluta la forma
cristiano-germánica de la familia, como lo sería atribuir ese carácter a la
forma romana antigua, a la antigua forma griega o a la forma oriental, entre
las cuales media, por lo demás, un lazo de continuidad histórica. Y no es menos
evidente que la existencia de un personal obrero combinado, en el que
entran individuos de ambos sexos y de las más diversas edades, aunque hoy, en
su forma capitalista primitiva y brutal, en que el obrero existe para el
proceso de producción y no éste para el obrero, sea fuente apestosa de
corrupción y esclavitud, bajo las condiciones que corresponden a este régimen
necesariamente se trocará en fuente de evolución humana" (El Capital,
t. I, final del cap. XIII). Del sistema fabril brota "el germen de la
educación del porvenir en la que se combinará para todos los niños a partir de
cierta edad el trabajo productivo con la enseñanza y la gimnasia, no sólo como
método para intensificar la producción social, sino también como el único
método que permite producir hombres plenamente desarrollados" (Loc. cit.).
Sobre esa misma base histórica plantea el socialismo de Marx los problemas de
la nacionalidad y del Estado, no limitándose a una explicación del pasado, sino
previendo audazmente el porvenir y en el sentido de una intrépida actuación
práctica encaminada a su realización. Los estados nacionales son el fruto
inevitable y, además, una forma inevitable de la época burguesa de desarrollo
de la sociedad. Y la clase obrera no podía fortalecerse, alcanzar su madurez y
formarse, sin "organizarse en el marco de la nación", sin ser
"nacional" ("aunque de ningún modo en el sentido burgués").
Pero el desarrollo del capitalismo va destruyendo cada vez más las barreras
nacionales, pone fin al aislamiento nacional y sustituye los antagonismos
nacionales por los antagonismos de clase. Por eso es una verdad innegable que
en los países capitalistas adelantados "los obreros no tienen patria"
y que la "conjunción de los esfuerzos" de los obreros, al menos de
los países civilizados, "es una de las primeras condiciones de la
emancipación del proletariado" (Manifiesto Comunista). El Estado,
es decir, la violencia organizada, surgió inevitablemente en determinada fase
del desarrollo social, cuando la sociedad se dividió en clases antagónicas
y su existencia se hubiera hecho imposible sin un "poder" situado,
aparentemente, por encima de la sociedad y hasta cierto punto seperado de ella.
El Estado, fruto de los antagonismos de la clase, se convierte en "el
Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que, con
ayuda de él, se convierte también en la clase políticamente dominante,
adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y la explotación de la
clase oprimida. Así, el Estado de la antiguedad era, ante todo, el Estado de
los esclavistas, para tener sometidos a los esclavos; el Estado feudal era el
órgano de que se valía la nobleza para tener sujetos a los campesinos siervos,
y el moderno Estado representativo es el instrumento de que se sirve el capital
para explotar el trabajo asalariado" (Engels, El origen de la familia,
la propiedad privada y el Estado, obra en la que el autor expone sus
propias ideas y las de Marx). Incluso la forma más libre y progresista del
Estado burgués, la república democrática, no suprime de ningún modo este hecho;
lo único que hace es variar su forma (vínculos del gobierno con la Bolsa,
corrupción -- directa o indirecta -- de los funcionarios y de la prensa, etc.).
El socialismo, que conduce a la abolición de las clases, conduce con ello a la
supresión del Estado. "El primer acto -- escribe Engels en su Anti-Dühring
-- en que el Estado se manifiesta efectivamente como representante de la
sociedad, la expropiación de los medios de producción en nombre de la sociedad,
es a la par su último acto independiente como Estado. La intervención del poder
del Estado en las relaciones sociales se hará superflua en un campo tras otro
de la vida social y cesará por sí misma. El gobierno sobre las personas será
sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los
procesos de producción. El Estado no será 'abolido'i se extinguirá."
"La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la
base de una asociación libre de productores iguales, enviará toda la máquina
del Estado al iugar que entonces le ha de corresponder: al museo de
antiguedades, junto a la rueca y al hacha de bronce" (F. Engels, El
origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.)
Por último, en
relación con el problema de la actitud del socialismo de Marx hacia los
pequeños campesinos, que seguirán existiendo en la época de la expropiación de
los expropiadores, debemos señalar unas palabras de Engels, que expresan a su
vez las ideas de Marx: "Cuando tengamos en nuestras manos el poder
estatal, no podremos pensar en expropiar violentamente a los pequeños
campesinos (con indemnización o sin ella) como habrá que hacerlo con los
grandes terratenientes. Con respecto a los pequeños campesinos, nuestra misión
consistirá, ante todo, en encauzar su producción individual y su propiedad
privada hacia un régimen cooperativo, no de un modo violento, sino mediante el
ejemplo y ofreciéndoles la ayuda social para este fin. Y entonces es indudable
que nos sobrarán medios para hacer ver al campesino todas las ventajas que le dará
semejante paso, ventajas que le deben ser explicadas desde ahora"[7] (Engels, El problema agrario en Occidente,
ed. de Alexéieva, pág. 17; la trad. rusa contiene errores. Véase el original en
Neue Zeit ).
LA TÁCTICA DE LA LUCHA DE CLASE DEL PROLETARIADO
Después de esclarecer, ya en los años 1844-1845, uno de los defectos
fundamentales del antiguo materialismo, que consiste en no comprender las
condiciones de la actividad revolucionaria práctica, ni apreciar su
importancia, Marx consagra, a lo largo de su vida, una intensa atención, a
la vez que a los trabajos teóricos, a los problemas tácticos de la lucha de
clase del proletariado Todas las obras de Marx, y en particular los
cuatro volúmenes de su correspondencia con Engels, publicados en 1913, nos
ofrecen a este respecto una documentación copiosísima. Estos documentos distan
mucho de estar debidamente recopilados, sistematizados, estudiados y analizados.
Por eso tendremos que limitarnos aquí exclusivamente a algunas observaciones
muy generales y breves, subrayando que el materialismo, despojado de e s t e
aspecto, era justamente para Marx un materialismo a medias, unilateral, sin
vida. Marx trazó el objetivo fundamental de la táctica del proletariado en
rigurosa consonancia con todas las premisas de su concepción materialista
dialéctica del mundo. Sólo considerando en forma objetiva el conjunto de las
relaciones mutuas de todas las clases, sin excepción, de una sociedad dada, y
teniendo en cuenta, por lo tanto, el grado objetivo de desarrollo de esta
sociedad y sus relaciones mutuas y con otras sociedades, podemos disponer de
una base que nos permita trazar certeramente la táctica de la clase de
vanguardia. A este respecto, todas las clases y todos los países se examinan de
un modo dinámico, no estático; es decir, no como algo inmóvil, sino en
movimiento (movimiento cuyas leyes emanan de las condiciones económicas de vida
de cada clase). A su vez, el movimiento se estudia, no sólo desde el punto de
vista del pasado, sino también del porvenir, y, además, no con el criterio
vulgar de los "evolucionistas", que sólo ven los cambios lentos, sino
dialécticamente: "En desarrollos de tal magnitud, veinte años son más que
un día -- escribía Marx a Engels --, aun cuando en el futuro puedan venir días
en que estén corporizados veinte años". (Correspondencia,
t. III, pág. 127)[8] La táctica del proletariado debe tener presente,
en cada grado de desarrollo, en cada momento, esta dialéctica
objetivamente inevitable de la historia humana; por una parte, aprovechando las
épocas de estancamiento político o de desarrollo a paso de tortuga -- la
llamada evolución "pacífica" -- para elevar la conciencia, la fuerza
y la capacidad combativa de la clase avanzada, y por otra parte, encauzando
toda esta labor de aprovechamiento hacia el "objetivo final" del
movimiento de dicha clase capacitándola para resolver prácticamente las grandes
tareas de los grandes días "en que estén corporizados veinte años".
Sobre esta cuestión hay dos apreciaciones de Marx que tienen gran importancia:
una, de la Miseria de la filosofia, se refiere a la lucha económica y a
las organizaciones económicas del proletariado; la otra es del Manifiesto
Comunista y se refiere a sus tareas políticas. La primera dice así:
"La gran industria concentra en un solo lugar una multitud de personas que
se desconocen entre sí. La competencia divide sus intereses. Pero la defensa de
su salario, es decir, este interés común frente a su patrono, los une en una
idea común de resistencia, de coalición [. . .]. Las coaliciones, al principio
aisladas, forman grupos y la defensa de sus asociaciones frente al capital,
siempre unido, acaba siendo para los obreros más necesaria que la defensa de
sus salarios [. . .]. En esta lucha, que es una verdadera guerra civil, se van
aglutinando y desarrollando todos los elementos para la batalla futura. Al
llegar a este punto, la coalición adquiere un carácter político". He aquí,
ante nosotros, el programa y la táctica de la lucha económica y del movimiento
sindical para varios decenios, para toda la larga época durante la cual el proletariado
prepara sus fuerzas "para la batalla futura". Compárese esto con los
numerosos ejemplos que Marx y Engels sacan del movimiento obrero inglés, de
cómo la "prosperidad" industrial da lugar a intentos de "comprar
al proletariado" (Correspondencia con Engels, t. I, pág. 136)[9] y de apartarlo de la lucha ¡ de cómo esta
prosperidad en general "desmoraliza a los obreros" (II, 218); de cómo
"se aburguesa" el proletariado inglés y de cómo "la más burguesa
de las naciones [Inglaterra], aparentementlo tiende a poseer una aristocracia
burguesa y un proletariado burgués, además de una burguesía" (II, 290)[10]; de cómo desaparece la "energía
revolucionaria" del proletariado inglés (III, 124); de cómo habrá que
esperar más o menos tiempo hasta que "los obreros ingleses se libren de su
aparente contaminación burguesa" (III, 127); de cómo al movimiento obrero
inglés le falta "el ardor de los cartistas[11]" (1866; III, 305)[12]; de cómo los líderes de los obreros ingleses
forman un tipo medio entre burgués radical y obrero" (caracterización que
se refiere a Holyoake, IV, 209); de cómo, en virtud de la posición monopolista
de Inglaterra y mientras subsista este monopolio, "no hay nada que hacer
con el obrero inglés" (IV, 433)[13]. La táctica de la lucha económica en relación con
la marcha general (y con el desenlace ) del movimiento obrero se examina
aquí desde un punto de vista admirablemente amplio, universal, dialéctico y
verdaderamente revolucionario.
El Manifiesto Comunista establece la siguiente tesis fundamental
del marxismo sobre la táctica de la lucha política: "Los comunistas luchan
por alcanzar los objetivos e intereses inmediatos de la clase obrera; pero al
mismo tiempo defienden también, dentro del movimiento actual, el porvenir de
este movimiento". Por eso Marx apoyó en 1848, en Polonia, al partido de la
"revolución agraria", es decir, al "partido que hizo en 1846 la
insurrección de Cracovia" En Alemania, Marx apoyó en 1843-1849 a la
democracia revolucionaria extrema, sin que jamás tuviera que retractarse de lo
que entonces dijo en materia de táctica. La burguesía alemana era para él un
elemento "inclinado desde el primer instante a traicionar al pueblo
[sólo la alianza con los campesinos hubiera permitido a la burguesía alcanzar
plenamente sus objetivos] y a llegar a un compromiso con los representantes
coronados de la vieja sociedad". He aquí el análisis final hecho por Marx
acerca de la posición de clase de la burguesía alemana en la época de la
revolución democrático-burguesa. Este análisis es, entre otras cosas, un modelo
de materialismo que enfoca a la sociedad en movimiento y, por cierto, no sólo
desde el lado del movimiento que mira hacia atrás : ". . . sin fe
en sí misma y sin fe en el pueblo; gruñendo contra los de arriba y temblando
ante los de abajo; [. . .] empavorecida ante la tempestad mundial; [. . .] sin
energía en ningún sentido y plagiando en todos; [. . .] sin iniciativa; [. . .]
un viejo maldito que está condenado a dirigir y a desviar, en su propio interés
senil, los primeros impulsos juveniles de un pueblo robusto [. . .]" (Nueva
Gaceta del Rin, 1848; véase La herencia literaria, t. III, pág. 212)[14]. Unos veinte años después, en carta dirigida a
Engels (III, 224), decía Marx que la causa del fracaso de la revolución de 1848
era que la burguesía había preferido la paz con esclavitud a la simple
perspectiva de una lucha por la libertad. Al cerrarse el período de la
revolución de 1848-1849, Marx se alzó contra los que se empeñaban en seguir
jugando a la revolución (lucha contra Schapper y Willich), sosteniendo la
necesidad de saber trabajar en la época nueva, en la fase de la preparación,
aparentemente "pacífica", de nuevas revoluciones. En el siguiente
pasaje, en el que enjuicia la situación alemana en los tiempos de la más negra
reacción, en 1856; se muestra en qué sentido pedía Marx que se encauzara esta
labor: "Todo el asunto dependerá en Alemania de la posibilidad de cubrir
la retaguardia de la revolución proletaria mediante una segunda edición de la
guerra campesina" (Correspondencia con Engels, t. II, pág. 108)[15]. Mientras en Alemania no se llevó a término la
revolución democrática (burguesa), Marx concentró toda su atención, en lo
referente a la táctica del proletariado socialista, en impulsar la energía
democrática de los campesinos. Opinaba que la actitud de Lassalle era,
"objetivamente, una traición al movimiento obrero en beneficio de
Prusia" (III, 210), entre otras cosas porque se mostraba demasiado
indulgente con los terratenientes y el nacionalismo prusiano. "En un país
agrario -- escribía Engels en 1865, en un cambio de impresiones con Marx a propósito
de una proyectada declaración conjunta a la prensa -- es una vileza alzarse
únicamente contra la burguesía en nombre del proletariado industrial, olvidando
por completo la patriarcal 'explotación a palos' de los obreros agrícolas por
parte de la nobleza feudal" (t. III, 217)[16]. En el período de 1864 a 1870, cuando tocaba a su
fin la época en que culminó la revolución democrático-burguesa de Alemania, la
época en que las clases explotadoras de Prusia y Austria luchaban en torno a
los medios para llevar a término esta revolución desde arriba, Marx no
sólo condenó la conducta de Lassalle por sus coqueterías con Bismarck, sino que
llamó al orden a Liebknecht, que se había dejado ganar por la
"austrofilia" y defendía el particularismo. Marx exigía una táctica
revolucionaria que combatiese implacablemente tanto a Bismarck como a los
austrófilos, una táctica que no se acomodara al "vencedor", al junker
prusiano, sino que reanudase inmediatamente la lucha revolucionaria contra él, incluso
en la situación creada por las victorias militares de Prusia (Correspondencia
con Engels, III, 134, 136, 147, 179, 204, 210, 215, 418, 437, 440-441)[17]. En el famoso llamamiento de la Internacional del
9 de septiembre de 1870, Marx prevenía al proletariado francés contra un
alzamiento prematuro; no obstante, cuando éste se produjo, a pesar de todo, en
1871, acogió con entusiasmo la iniciativa revolucionaria de las masas que
"tomaban el cielo por asalto" (carta de Marx a Kugelmann). En
esta situación, como en muchas otras, la derrota de la acción revolucionaria
representaba, desde el punto de vista del materialismo dialéctico que
sustentaba Marx, un mal menor en la marcha general y en el desenlace de la
lucha proletaria, en comparación con lo que hubiela representado el abandono de
las posiciones ya conquistadas, es decir, la capitulación sin lucha. Esta
capitulación habría desmoralizado al proletariado y mermado su combatividad.
Marx, que apreciaba en todo su valor el empleo de los medios legales de lucha
en los períodos de estancamiento político y de dominio de la legalidad
burguesa, condenó severamente, en los años de 1877-1878, después de promulgarse
la ley de excepción contra los socialistas, las "frases
revolucionarias" de Most; pero combatió con no menos energía, tal vez con
más vigor, el oportunismo que por entonces se había adueñado temporalmente del
partido socialdemócrata oficial, que no había sabido dar pruebas inmediatas de
firmeza, decisión, espíritu revolucionario y disposición a pasar a la lucha
ilegal en respuesta a la ley de excepción (Cartas de Marx a Engels, IV,
397, 404, 418, 422 y 424.[18] Véanse también las cartas a Sorge).
*Kustares : productores de objetos industriales que trabajaban para el mercado.
[1] V. I. Lenin empezó a
escribir el artículo "Carlos Marx" -- destinado al Diccionario enciclopédico de la
Sociedad Granat Hnos. -- en la primavera de 1914, en Poronin (Galitzia), y lo
terminó en noviembre de 1914 en Berna (Suiza). En el prólogo a la edición de
1918 de este artículo (aparecida como separata), Lenin cree recordar el año
1913 como fecha en que fue escrito.
Apareció por primera vez en 1915, en el Diccionario, con la firma de V. Ilín, seguido de una "Bibliografía del marxismo". Teniendo en cuenta la censura, la redacción prescindió de dos capítulos -- "El socialismo" y "La táctica de la lucha de clase del proletariado" -- e introdujo una serie de modificaciones en el texto.
En 1918, la Editorial Pribói publicó este trabajo, con el prólogo de V. I. Lenin, en forma de folleto, reproduciendo el texto que había aparecido en el Diccionatio, pero sin la "Bibliografía del marxismo".
El texto completo del artículo, según el manuscrito, fue publicado por primera vez en 1925, en Marx-Engels-marxismo, recopilación de artículos preparada por el Instituto Lenin, anejo al CC del PC(b) de Rusia.
Apareció por primera vez en 1915, en el Diccionario, con la firma de V. Ilín, seguido de una "Bibliografía del marxismo". Teniendo en cuenta la censura, la redacción prescindió de dos capítulos -- "El socialismo" y "La táctica de la lucha de clase del proletariado" -- e introdujo una serie de modificaciones en el texto.
En 1918, la Editorial Pribói publicó este trabajo, con el prólogo de V. I. Lenin, en forma de folleto, reproduciendo el texto que había aparecido en el Diccionatio, pero sin la "Bibliografía del marxismo".
El texto completo del artículo, según el manuscrito, fue publicado por primera vez en 1925, en Marx-Engels-marxismo, recopilación de artículos preparada por el Instituto Lenin, anejo al CC del PC(b) de Rusia.
[2] Véase Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía clásica alemana (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXI.)
[3] Véanse La carta de
Marx a A. Ruge de septiembre de 1843 (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. I.) y
"Introducción de la Contribución
a la crítica de la filosofía del Derecho, de Hegel ". (Loc. cit.)
[4] El partido de la
pequeña burguesia "La Montaña" organizó, el 13 de junio de 1849, una
manifestación pacífica en París para protestar contra la intervención del
Gobierno, que había enviado al ejército francés a aplastar una revolución en
Italia, pisoteando asi la Constitución de la República Francesa. Esta
Constitucion prohibe utilizar el ejército francés para oponerse contra la
libertad de otros pueblos. La manifestación fue disuelta por el ejército. Este
fracaso confirmó la bancarrota del democratismo de la pequeña burguesia
francesa. Después del 13 de junio, las autoridades empezaron a perseguir a los
demócratas, emigrados incluidos.
[5] Véase C. Marx y F.
Engels, Obras Completas,
t. XIV.
[6] Se alude a Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía
clásica alemana (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXI.)
[7] Véase El problema campesino en Francia y en Alemania
(C. Marx y F. Engels, Obras
Completas, t. XXII.)
[8] Véase la carta de Marx
a Engels del 9 de abril de 1863.
[9] Véase la carta de
Engels a Marx del 5 de febrero de 1851.
[10] Véanse la carta de
Engels a Marx del 17 de diciembre de 1857 y la del 7 de octubre de 1858.>
[11] Se refiere a los
participantes del movimiento constitucionalista de la década 30 a la 40 del
siglo XIX. Este es primer movimiento de masas con una intención politica.
[12] Véanse la carta de
Engels a Marx del 8 de abril de 1863, la de Marx a Engels del 9 de abril de
1863 y la del 2 de abril de 1866.
[13] Véanse las cartas de
Engels a Marx del 19 de noviembre de 1869 y del 11 de agosto de 1881.
[14] Véase La burguesia y la contrarrevolución.
(C. Marx y F. Engels, Obras
Completas, t. VI, pág. 127.)
[15] Véase la carta de Marx
a Engels del 16 de abril de 1856.
[16] Véanse las cartas de
Engels a Marx del 27 de enero de 1865 y del 5 de febrero de 1865.
[17] Véanse las siguientes
cartas: La de Engels a Marx del 11 de junio de 1863, la de Marx a Engels del 12
de junio de 1863, la de Engels a Marx del 24 de noviembre de 1863, y la fechada
el 4 de septiembre de 1864; la carta de Marx a Engels del 10 de diciembre de
1864, la de Engels a Marx del 27 de enero de 1865, la de Marx a Engels del 3 de
febrero de 1865, las de Engels a Marx con fecha del 22 de octubre de 1867, y la
fechada el 6 de diciembre de 1867 y la carta de Marx a Engels del 17 de
diciembre de 1867.
[18] Véanse las siguientes
cartas: de Marx a Engels el 23 de julio de 1877 y el 1 de agosto de 1877; de
Engels a Marx el 20 de agosto de 1879, el 9 de septiembre de 1879 y de Marx a
Engels el 10 de septiembre de 1879.
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