Para el 1º de Mayo de 1886, la Federación de Gremios y
Uniones Organizados de Estados Unidos y Canadá (luego la Federación Norteamericana
del Trabajo, AFL), había convocado a una huelga general por la implantación de
las 8 horas de trabajo, convocatoria que obtuvo una masiva respuesta proletaria
en todos los Estados Unidos. Esta ofensiva obrera fue respondida por las patronales
con el rechazo explícito al reclamo, el repudio deliberado de los burgueses a
través de sus intelectuales como el “New York Times” y por la represión
policial, como en los casos de Filadelfia, Louisville, St. Louis, Baltimore y,
principalmente, en Chicago.
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Los
Mártires de Chicago (de izquierda a derecha):
George Engel, Samuel Fielden,
Adolph Fischer,
Louis Lingg, Michael Schwab, Albert Parsons,
Oscar Neebey
August Spies.
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Dos días después, los sindicatos de la
madera, autoconvocados para debatir los pasos a seguir, fueron atacados por los
“rompehuelgas” a sueldo de la patronal, en una provocación coordinada con la
policía que, en la represión produjo 6 muertos y medio centenar de heridos. Y
fue ante esta provocación que los anarquistas convocaron, para el 4 de mayo, a
una concentración en el Haymarket Square. Al finalizar la reunión y cuando se
desconcentraban los trabajadores, el capitán Ward avanzó sobre los grupos
obreros en actitud amenazante. Alguien lanzó entonces una bomba contra los efectivos
policiales y abatió a uno de ellos, hiriendo a otros varios. Entonces, las
fuerzas policiales abrieron nutrido fuego contra los trabajadores matando a
varios y causando 200 heridos.
Ese hecho de violencia permitió a las autoridades judiciales, instigadas por varios políticos y diarios -principalmente el “Chicago Herald” -a detener y procesar a la plana mayor del movimiento sindical anarquista. Así, fueron arrestados el inglés Fielden, los alemanes Spies, Schwab, Engel, Fischer y Lingg, y los norteamericanos Neebe y Parsons. La justicia burguesa, a través de un verdadero fraude procesal (testigos falsos, no aplicación de las normas procesales vigentes, selección fraudulenta del Jurado, entre otras maniobras), transformó este hecho en un verdadero juicio político burgués contra las ideas anarquistas, por un lado, y ante la necesidad de impedir el avance de la organización gremial que había paralizado a los Estados Unidos el 1º de mayo del mismo año, por el reclamo de la jornada laboral de ocho horas.
El 28 de agosto de 1886 el jurado, especialmente elegido para aniquilar a los acusados, dictó su veredicto especificando que siete de los imputados -Parsons, Spies, Fielden, Schwab, Fischer, Lingg y Engel- debían ser ahorcados, y el octavo, Neebe, condenado a 15 años de prisión. Spies, Fischer, Engel y Parsons subieron al patíbulo el 11 de noviembre, y fueron ahorcados ante el periodismo, las autoridades judiciales, la policía y el público allí reunido. Pero el escándalo era tan evidente que a Fielden y Schwab se les conmutó la pena de muerte por la de prisión perpetua. La movilización de las fuerzas sindicalistas hizo que el 26 de julio de 1893 se les otorgar el “perdón absoluto” a Samuel Fielden, Oscar Neebe y Michael Schwab.
Mayo de 1909 en Argentina: 101 años de la “Semana Roja”
Entre el 1º y el 9 de
mayo de 1909, hace 101 años, se desarrollaba en nuestro país una huelga general
que paralizó las principales ciudades del país (Buenos Aires, Rosario, Bahía
Blanca) y en la que, a pesar de la ocupación policial y militar, se sucedieron
en Buenos Aires las manifestaciones y actos callejeros y los enfrentamientos
con la policía.
El hecho comenzó el 1º
de mayo en que, como ya era habitual desde hacia veinte años, los trabajadores
de todo el mundo rendían su homenaje a los Mártires de Chicago y conmemoraban
el inicio de la lucha por la jornada de 8 horas. Así, en Buenos Aires se
realizaban dos actos y manifestaciones: los anarquistas se concentraban en
Plaza Lorea (parte de la actual Plaza Congreso) para marchar hacia la Plaza Mazzini, donde
pocos años antes la policía había baleado a la manifestación obrera; el partido
Socialista concentraba a sus adherentes en Plaza Constitución, para marchar
hacia Plaza Colón (detrás de la casa de gobierno).
Antes de que pudieran
hablar los oradores, cuando la manifestación anarquista estaba en la Avenida de Mayo, un
disparo, que distintas fuentes coinciden en calificar como una provocación
policial, dio lugar al ataque con disparos de revólver y sablazos por parte de
las tropas del Escuadrón de Seguridad comandado por Jolly Medrano. Aunque
algunos manifestantes respondieron con sus revólveres, fue imposible hacer
frente al ataque imprevisto y la muchedumbre se desbandó”, dejando en el
terreno 8, 10 ó 12 muertos, según las distintas fuentes, y más de cien heridos.
Al mismo tiempo, conocida la noticia en la manifestación socialista, se
enlutaron las banderas, las bandas tocaron marchas fúnebres y, comenzado el
acto, el primer orador, Enrique Dickmann, que había sido testigo de la masacre,
invitó a declarar la huelga general. Es de destacar que los socialistas eran
renuentes a utilizar ese instrumento de lucha, lo que indica la magnitud del hecho.
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Trabajadores marítimos perseguidos por la policía |
El
domingo 2 de mayo tanto la FORA
anarquista como la UGT
sindicalista y los sindicatos autónomos declararon la huelga general por tiempo
indeterminado, reclamando la libertad de los presos y la reapertura de los
locales obreros. La huelga paralizó casi completamente a Buenos Aires,
estimándose el número de huelguistas entre 200.000 y 300.000, y se extendió a
Rosario, La Plata,
Junín, Lomas de Zamora, Bahía Blanca, San Fernando, Tigre y otras localidades.
La ciudad fue ocupada
por tropas del ejército y de la policía: todos los vigilantes de esquinas
fueron armados con fusiles máuser y más de 5000 soldados (dos regimientos de
artillería y tres de caballería, seis batallones de infantería y dos de ingenieros,
y 1500 hombres de las escuelas de tiro) fueron movilizados con la orden de
atacar sin piedad a los huelguistas: el periódico socialista La Vanguardia relata que
un jefe militar ordenó a los conscriptos que custodiaban los tranvías “al que
grite ‘carnero’, una bala”.
El martes 4 entre 50 y 80 mil personas se
reunieron frente al edificio de la
Morgue para realizar el entierro de los muertos, pero la
policía no entregó los cadáveres. Una multitud se reunió en el cementerio de la Chacarita, hablaron
varios oradores y al regresar encolumnados, en la esquina de Corrientes y
Darwin se produjo un choque con la policía que dejó setenta heridos y ciento
veinte presos. Al día siguiente hubo nuevos choques callejeros entre
manifestantes y policías en Barracas y después de un acto socialista en
Constitución, donde fueron muertos dos obreros. El 6 continuaron los actos y
manifestaciones en la ciudad ocupada y el 7 estalló una bomba que mató a una
persona.
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Policías reagrupándose para la represión
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Muchos presos fueron
puestos en libertad, aunque algunos seguían encarcelados un año después, cuando
se declaró una huelga general por su libertad, que culminó en los luctuosos
hechos del Centenario. Pero el relato sería incompleto si no recordáramos que
seis meses después de ocurridos los hechos, el joven obrero anarquista Simón
Radowitzky terminó con la vida del represor de obreros, el Coronel Falcón,
arrojando una bomba dentro de su coche.
A la luz de una
actualidad signada por el alto grado de segmentación de la izquierda y el
movimiento popular, varios son los rasgos de la Semana Roja que la
convierten en un hito en las luchas obreras. En primer lugar la unidad táctica de
los trabajadores en la calle, superando con flexibilidad política las
diferentes concepciones políticas e ideológicas presentes en el movimiento
obrero. También la decisión de enfrentar a un gobierno y un sistema que negaban
a la clase productora la participación en la riqueza que habían generado.
AGRUPACIÓN POLÍTICA NUEVA OPCIÓN
LISTA-117-
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