“Instrúyanse porque necesitaremos toda nuestra inteligencia.
Conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo.
Organícense, porque necesitaremos toda nuestra fuerza.”


Antonio Gramsci

viernes, 6 de noviembre de 2020

CONSECUENCIAS DE LA PROPIEDAD PRIVADA CAPITALISTA



 Daniel De Santis

6 de noviembre de 2020

Para los que no somos economistas es muy revelador observar cómo evolucionó la economía argentina en el largo plazo.

La población argentina ha aumentado lentamente, pasó de 25 millones en 1974 a 44,5 millones en 2019. La misma lentitud muestra la evolución de la economía.

A precios constante (el dólar de los EEUU deflacionado por la inflación de los EEUU) el Producto Interno Bruto por habitante de la Argentina de 2019 es apenas un 0,1% mayor que el de 1974, y está peor distribuido.

En 1974 el 5% de la población era pobre. Mientras que hasta 2019 se multiplicó por 7 llegando al 35,5%, lo que significa que casi 16 millones de personas viven con grandes carencias. La mayoría son niñas y niños.

En el ya lejano 1974, la tasa de desocupación era del 3,4% y en el 2019 fue de 10,5%. En la otra punta, no había argentinos entre las 2.000 personas más ricas del mundo, hoy hay 50 familias.

Mientras en 1974 los asalariados recibían el 45 % de todo lo producido, para 2019 había bajado a 35 %. Para que recuperen aquel nivel deben aumentar un 30 %.

En el mismo período 1974-2019, el 20% más rico pasó de quedarse con el 42,9 al 53,4 % mientras el 20 % más pobre bajó del escaso 6,1 al mísero 3,4 %.

Este año, por la pandemia y la política del gobierno, todos los números y porcentajes se han agravado en perjuicio de los asalariados y desocupados.

¿Quién gobernó estos 46 años?

En junio de 1975, durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón, el Ministro de Economía Celestino Rodrigo intentó aplicar un programa neoliberal que fue enfrentado y derrotado por los trabajadores, en lo que se conoció como El Rodrigazo. Por lo tanto, para aplicar esa política el gran capital recurrió a la dictadura contrarrevolucionaria hasta 1983. Los primeros 14 meses del Gobierno de Alfonsín, con Bernardo Grispún de Ministro de Economía, tuvimos un respiro en el que aumentaron los salarios y no se pagó deuda externa, para luego retomar un continuo de 16 años de destrucción de fuerzas productivas, con Alfonsín, Menem y De la Rúa, interrumpidos por la Rebelión de diciembre de 2001.

Los que luchamos por el socialismo estuvimos allí pero no logramos articular una sólida propuesta que ayudara a concretar el “que se vayan todos”. Para que se fueran, hacía falta un reemplazo que no supimos construir.

La clase dominante aceptó la pócima kirchnerista los primeros 4 años y, en abierta confrontación, desde la sublevación de las entidades agrarias, con el silencio de la burguesía industrial y el tambor batiente de Clarín y La Nación. Así llegamos al catastrófico cuatrieño macrista para culminar los 33 años neoliberales a pleno.

En resumen, poco más de 13 años tuvimos una economía que no terminaba de salir del neoliberalismo en la que continuó vigente la Ley de entidades financiera de la dictadura y otras perlas de Menem como la privatización de los puertos. El resto fueron más de 33 años de neoliberalismo explícito.

El neoliberalismo ha fracasado

En 1974 existía un capitalismo explotador de los trabajadores con salarios insuficientes y más de un millón de argentinos bajo la línea de pobreza. A esa Argentina se oponía un pujante movimiento revolucionario que fue derrotado por la gran burguesía y sus fuerzas armadas en 1976/77.

Ganaron ellos, los explotadores, dirigidos por el capital financiero especulativo. Esta es la realidad que supieron construir, plagada de hambre, abundante desocupación, desamparadas de techo y alimentación las familias argentinas.

La historia reciente, y también la más vieja, demuestra que no hay ningún sector de la burguesía nacional capaz lograr el desarrollo económico, hacer la plena ocupación de las y los trabajadores. Solo estos están interesados en que el producto de la riqueza amasada con sus manos y cerebros se acumule en inversiones productivas, para lograr la plena ocupación que saque a millones de la pobreza y la miseria, que se invierta en educación, investigación y desarrollo, y en salud eficiente para toda la población.

La llamada burguesía mercado internista, que ni siquiera sostuvo a Perón en 1955, es cada día más débil y cada vez más entrelazada con el capital extranjero. Es una fantasía esperar de ella la independencia nacional y el desarrollo económico.

Quedamos las trabajadoras y trabajadores ocupados y desocupados, los pobres de la ciudad y del campo, el pujante movimiento de mujeres, la idealista juventud estudiantil y laboriosa, todos juntos con un programa liberador de las fuerzas productivas, que busque atraerse a los sectores intermedios de la sociedad, porque así lo demuestra necesario la estructura económica dependiente y la experiencia revolucionaria. El pueblo trabajador, en su más amplia acepción, debe marcha unido por fuera de todos los partidos del capital monopolista.

Ante el desconcierto de la izquierda, el fracaso de las expectativas generadas por este gobierno, la catástrofe macrista, la tarea política de la militancia popular es comenzar a echar las bases de un Frente de Liberación Nacional, del pueblo trabajador, para hacer la independencia nacional de nuestra patria, la liberación social de nuestro pueblo y la felicidad de las niñas y los niños que hoy padecen el hambre capitalista.

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