“Instrúyanse porque necesitaremos toda nuestra inteligencia.
Conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo.
Organícense, porque necesitaremos toda nuestra fuerza.”


Antonio Gramsci

sábado, 13 de junio de 2020

A 64 AÑOS DE LA INSURRECCIÓN MILITAR DEL GENERAL VALLE y TANCO



64 AÑOS DE LOS FUSILAMIENTOS DE JOSÉ LEÓN SUÁREZ

“ El derrocamiento de Perón intenta revertirse ocho meses después por la vía de una insurrección cívico-militar dirigida por los generales leales Valle y Tanco programada para el 9 de junio de 1956. Pero la insurrección es descubierta y fusilados sus principales componentes en los tres días y noches que van del 9 al 12 de junio: 18 militares, de los cuales 10 eran oficiales, entre ellos el general Valle –último fusilado en la Penitenciaría Nacional, que se entrega para parar la matanza– todos ejecutados en cuarteles y comisarías del Gran Buenos Aires y 15 civiles, varios de ellos asesinados en forma clandestina en los basurales de José León Suárez. Ésta es quizás la expresión más fuerte del odio de clase que había generado el peronismo entre sus opositores y que durante muchos años alimentaría sentimientos similares en los dos bandos en que había quedado dividido el país.
La derrota del peronismo en el gobierno es seguida por una fuerte represión de las masas obreras, que ya habían iniciado otras formas de resistencia en sus ámbitos de producción.(…) El epílogo del libro de Rodolfo Walsh, Operación masacre, en la edición de 1972, contrapone el significado de las persecuciones sufridas por la militancia peronista, los fusilamientos de los cuadros leales, los sucesivos traslados, mutilaciones y desapariciones del cadáver embalsamado de Eva Perón, y la increíble prohibición de todos los símbolos y objetos concretos que hicieran mención de ese pasado real, al significado del secuestro de Aramburu durante el gobierno de Onganía, recordándonos cuán violento y despiadado puede ser el odio que alimenta la lucha de clases:

El 29 de mayo de 1970 un comando montonero[1] secuestró en su domicilio al teniente general Aramburu. Dos días después esa organización lo condenaba a muerte y enumeraba los cargos que el pueblo peronista alzaba contra él….El comando llevaba el nombre del fusilado general Valle. Aramburu fue ejecutado a las 7 de la mañana del 1º de junio. La ejecución de Aramburu provocó una semana más tarde la caída del general Onganía, cuya dictadura ya había sido resquebrajada otro 29 de mayo –el año anterior– por la epopeya popular del Cordobazo, y postergó momentáneamente los proyectos de los sectores liberales que veían en el general ajusticiado una solución de recambio para la fracasada Revolución Argentina.

El dramatismo de esa muerte aceleró un proceso que suele llevar años: la creación de un prócer. En cuestión de meses los doctores liberales, la prensa, los herederos políticos canonizaron a Aramburu mediante el uso irrestricto del ditirambo y la elegía. Paladín de la democracia, soldado de la libertad, dilecto hijo de la patria, militar forjado en el molde clásico de la tradición sanmartiniana, gobernante sencillo y probo que rehuía por temperamento los excesos de autoridad, son algunos de los conjuros que escamotean a la historia el perfil verdadero de Aramburu. Dos años después tenía su Mausoleo, ornado de virtudes.
La matanza de junio ejemplifica pero no agota la perversidad de ese régimen. El gobierno de Aramburu encarceló a millares de trabajadores, reprimió cada huelga, arrasó la organización sindical. La tortura se masificó y se extendió a todo el país. El decreto que prohíbe nombrar a Perón o la operación clandestina que arrebata el cadáver de su esposa, lo mutila y lo saca del país, son expresiones de un odio al que no escapan ni los objetos inanimados, sábanas y cubiertos de la Fundación incinerados y fundidos porque llevan estampado ese nombre que se concibe como demoníaco. Toda una obra social se destruye, se llega a cegar piscinas populares que evocan el ‘hecho maldito’, el humanismo liberal retrocede a fondos medievales: pocas veces se ha visto aquí ese odio, pocas veces se han enfrentado con tanta claridad dos clases sociales.
Nómina de fusilados en 1956

En junio de 1956 un grupo de civiles y militares se manifestaron a través de un levantamiento armado contra el gobierno militar  imperante, que implantó el terror contra el pueblo peronista y ejecutó en forma sumaria a los argentinos que aquí se mencionan.

MILITARES (18): General. Juan José Valle - Coronel Santiago Ibazeta - Coronel José A. Irigoyen - Coronel Eduardo Cortínez - Coronel Oscar Cogorno - Capitán Miguel Costalez - Capitán Néstor Cano - Capitán Luis Caro - Teniente Primero Néstor Videla - Teniente Primero Jorge Noriega - Sub Teniente  Juan Abadie - Sub. Oficial Ppal. Ernesto Gareca - Sub. Oficial Ppal. Miguel Paolini - Sgto. Luis Puchet - Sgto. Luciano Rojas Sgto. Hugo Quiroga - Sgto. Isauro Costa - Cabo José Miguel.

CIVILES (15): Braulio Ross - Ramón Videla - Carlos Irigoyen - Rolando Zaneta - Clemente Ross - Osvaldo Albedro - Carlos Lizaso - Nicolás Carranza - Francisco Gariboto - Mario Brion Vicente Rodríguez - Miguel Ángel Mauriño - Aldo Emir Jofré - Dante Hipólito Lugo - Román Salas.

Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina 1973 – 1983: antecedentes, desarrollo, complicidades, de Inés Izaguirre y colaboradores, Buenos Aires, EUDEBA, 2009 (461 pág.) DESCARGAR PDF

Carta del general Valle al general Aramburu antes de ser fusilado

“Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Debo a mi Patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y de militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido.

”Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta.
”Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes, escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos.
”Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados. Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones.
”La palabra ‘monstruos’ brota incontenida de cada argentino a cada paso que da.
”Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien atentara contra la vida de Rojas, de Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos alma de verdugos. Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95% de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún hombre ni de ningún partido.
”Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto, y sus más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para librarse del propio terror, siembran terror. Pero inútilmente. Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.
”Como cristiano me presento ante Dios, que murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y como argentino, derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas. Espero que el pueblo conozca un día esta carta y la proclama revolucionaria en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable. Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias en sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la patria.”
Juan José Valle. Buenos Aires, 12 de junio de 1956.

Fuente: Roberto Baschetti (recopilación y prólogo), Documentos de la Resistencia Peronista 1995-1970, Buenos Aires, Puntosur Editores, pág. 84.





[1] Una documentada investigación periodística posterior ha puesto en serias dudas la autoría y el hecho mismo del secuestro, atribuyéndolo a una invitación de un grupo de oficiales de alto rango enviados por Onganía, pues se sospechaba que Aramburu pensaba sustituirlo en elecciones nacionales, para lo cual había formado un partido político (UDELPA) y había entrado en conversaciones con Perón. Como se vería más tarde, otros generales, entre ellos Lanusse, también tenían el mismo propósito. La muerte imprevista de Aramburu por un paro cardíaco los habría obligado a pactar con el grupo de jóvenes montoneros la apariencia del secuestro y posterior ejecución, sabedores de que ésta iba a ser vivida como un acto de justicia por las masas peronistas. Ver Alejandro C. Tarruella, Guardia de Hierro. De Perón a Kirchner, Buenos Aires, Sudamericana, 2005, especialmente capítulos V y VI.

1 comentario:

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